Román —o ahora deberíamos decir Romanita— vivió los siguientes tiempos rodeado
de millares y millares de abejorros. Algunos soldados, otros obreros. Los había
por doquier.
|
Y miel. Eso sí que nunca faltaba. Dentro de las celdillas hexagonales, untando
las paredes, cubriendo a Romanita cuando ella lo pedía...
Una vida plena. Aunque diferente...
FIN |