La puerta de luz era como un sol blanco, repleto de rayos que se esfumaban
mezclándose con el entorno.
Nuestra amiga lo cruzó.
El Paraíso era un reino de paz y entusiasmo. Todo lo había. Cualquier
experiencia que los espíritus gustasen. Visitar planetas, recorrer universos,
saberlo todo, nadar, volar, leer las historias más maravillosas jamás
escritas...
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Y entre los premios que la eternidad deparaba para Fiorela, estaba Román.
FIN |